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HISTORIAS DE LA CPE

Cuando se repasan los hechos históricos de la Cooperativa solemos acudir a fechas precisas y comprobadas. Eso es correcto. Decimos 6 de julio de 1930: firma del acta fundacional, o 1º de octubre de 1935: día inaugural de la producción y distribución de energía en Santa Rosa. Pero esta rica experiencia de vecinos y cooperativistas está jalonada de hechos no siempre conocidos. Es el caso de la construcción del lugar que hoy reivindicamos como La Usina.

Publicada en julio de 2017

La Santa Rosa de los años veinte tenía una pobre y muy cara provisión de energía pública y privada, a cargo de Juan Ceferino Bancalari y Alfredo Forchieri, propietarios del molino harinero local, y desde 1930 de la Compañía Sudamericana de Electricidad. La Sudam, de capitales norteamericanos, era parte de IntercontinentsPowerCompany dueña de más de cien usinas en todo el país, entre ellas las de las localidades de Toay y Lonquimay.

El objetivo central de los pioneros santarroseños estaba clarísimo: producir y distribuir energía, para lo cual debían garantizar, entre muchas otras cosas, los motores, el lugar dónde instalarlos, y la confianza de la gente. Construir un galpón para la usina resultaba estratégico: su capital político era demostrar a la población -y a la Sudam- que la idea de una cooperativa propia iba en serio. Para este artículo recuperamos las actas de lo que aquellos vecinos hicieron durante 1931, para levantar el lugar que con el tiempo fue esta mítica Usina.

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A la derecha, el frente de La Usina. A la izquierda, el de la Fábrica de Hielos.

A buscar terreno

El 23 de abril de 1931 Marcos Molas, Pedro Navarro Sarmiento, Juan Palasciano, Domingo Gentili, José Fiscella, SaditPeyregne, Eduardo Espeche y Armando Marchisotti, empezaron a buscar un terreno, mientras esperaban una respuesta de la empresa de ferrocarriles sobre el costo del transporte del combustible para los futuros motores. La idea era que el terreno estuviera más o menos próximo a la estación de trenes. Había varios pero les cerraba uno (hoy en 1º de Mayo y Raúl B. Díaz), propiedad de la sucesión del Coronel Remigio Gil con quienes se reunieron para acordar las condiciones de compra.

Eran 3.000 metros cuadrados, a un $ 1,50 el metro cuadrado, más “dos piezas y cocina de ladrillo existente y pozo con bomba”. El costo definitivo fue de $ 5.040 moneda nacional (m/n). La escritura del inmueble se hizo en las oficinas del escribano Anastasio B. Bianchi, quien no cobró por sus servicios (trámite que culminó el 29 de julio). Por esos días encomendaron al ingeniero electricista Longuet la realización de un anteproyecto completo de la futura Usina -edificio, maquinaria y red- y solicitaron información sobre las experiencias desarrolladas por las usinas cooperativas de las localidades de Azul, Rafaela y Chivilcoy.

Las actas evidencian con claridad que los dirigentes se manejaban con lo que tenían a mano.Por ejemplo en junio, cedieron la casa del terreno a Luis Mansilla, un vecino que debía realizar tareas como cuidador, sin sueldo, y trabajos de emparejamiento del solar. Con el pliego del ingeniero Longuet en sus manos, convocaron a asamblea general para el 19 de julio, para aprobar el estatuto y elegir el directorio definitivo. Unos días después, el 23, iniciaron los trámites ante el comisionado municipal para edificar y piden un permiso permanente para cruzar la 1° de Mayo con un tubo subterráneo, y pasar combustible directamente de los vagones-tanques a los depósitos de la futura Usina.

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Toma de gasoil, para los generadores. El oleoducto llegaba desde la estación de trenes.

Ladrillos, cal, carpintería

A principios de agosto abrieron las propuestas por “ladrillos de primera clase”, que hicieron Domingo Delchiotto, Talazzolli y Cía, Ciámpoli y Gardan y Feliciano Domínguez; y por bolsas de cal, presentadas por Maretto y Cía, Cal Córdoba, TorrobaHnos y José Canataro. También autorizan la compra de alambre tejido grueso para el cerco. El 18 de agosto contrataron a los constructores Luis Dadán y J. Pelizzari.

Una buena noticia llegaba por esas horas: la Municipalidad eximiría a la Cooperativa el pago del derecho de nivel y línea para construir el edificio, y el 10 de septiembre se aceptó el ofrecimiento de Pedro Ballisio como director de obra, quien percibirá cien pesos m/n mientras dure el trabajo.

El 5 de octubre se conocieron las propuestas por las cabriadas y carpintería de hierro y techo de zinc colocado, para el salón de máquinas. Hubo propuestas de las firmas Talleres Metalúrgicos San Martín de Buenos Aires y Bahía Blanca, y de Víctor Lordi y Cía, alternativa que se priorizó, con un presupuesto de mil pesos m/n. El 6 de noviembre acuerdan el pago de $ 50 m/n al arquitecto Antonio D'Adam por el plano de la Usina, y abren las propuestas para la provisión de canaletas y caños de zinc para el techo del salón de máquinas, presentadas por los hojalateros Moisés Benjuya y Enrique Winkelman. El 21 de diciembre piden precios para la construcción de puertas y ventanas metálicas a los fabricantes locales Lordi y Cía y Juan Sardi.

Fue un año arduo pero la cosa marchaba. El 20 de febrero de 1932, según las mismas actas, con el terreno totalmente pagado y escriturado, y ya terminado el salón de máquinas, la conducción de la CPE resolvió publicar un estado general de los ingresos y egresos, y convocar a una asamblea de asociados para el 20 de marzo.

Aún pasarían más de tres años para empezar a dar luz eléctrica pero las convicciones profundas necesitaban de hechos para ser confirmadas: y 1931 fue un año de hechos. Consta en actas.